Escocia nos levanta la falda
Escocia nos levantó la falta y mostró al mundo las costuras de una España descosida y sin acabar. Nos pintaron la cara con su fútbol cavernario y básico como un Nokia, pero les bastó para sonrojarnos con nuestras miserias, que son las de siempre. Seguimos siendo blanditos delante y todavía más blanditos detrás. Y eso no lo va a curar Luis de la Fuente y menos si no llama a filas a Sergio Ramos. Un doblete de McTominay, un suplente cualquiera del Manchester United, ajustició a una selección española que se pareció demasiado a la de Luis Enrique: mucha posesión y poca profundidad. No hicimos el ridículo pero lo bordeamos.
Luis de la Fuente lo cambió todo. Volteó el equipo como si fuera una tortilla. Eso es una crisis ministerial y no las de Pedro Sánchez. Más que una rotación era una refundación del equipo. Sólo el portero y los mediocentros sobrevivían del once que derrotó a Noruega en La Rosaleda. Los otros ocho eran nuevos. Era una nueva España en toda regla.
Nuevos laterales, Pedro Porro y Gayá. Nuevos centrales, David García e Iñigo Martínez. Por delante de Rodri y Merino, repetidores e intocables para el seleccionador, entraban Yeremi, Ceballos y Oyarzabal. Arriba Joselu, el goleador tardío, le quitaba la silla a Morata. Un once tan bueno (o tan malo) como el del otro día, porque así es esta España: más bonita que buena y más pintona que efectiva.
Enfrente Escocia, una de esas selecciones feas e incómodas, con un juego más rudimentario que el mecanismo de una lata de sardinas, pero que en su campo te aprietan a pelotazo limpio. Y celebran cada córner como si fuera una Champions. Una buena vara de medir para ver si a nuestra selección le ha salido barba. Salir, salíamos de rojo enteros como si fuéramos la Unión Soviética, el sueño húmedo de Pablo Iglesias.
El césped tenía una pinta terrible de acabar convertido en un prado de esos por el que los británicos de pueblo acaban despeñando igual un queso que una scooter. Y nos jugó una mala pasada a los seis minutos. Pedro Porro, que se metió en la boca del lobo, perdió el pie al resbalarse. Dejó solito a Robertson, que se internó en el área y la puso atrás para la llegada de McTominay. Su remate, feo y picudo, tocó en Iñigo Martínez y despistó a Kepa, que pillado a contrapié no fue capaz de sacarla.
Un churro escocés
El gol dejó tocada a España, pero no hundida. La pidió Ceballos, que trató de asociarse con Oyarzabal con pases filtrados que parecían pases de pecho de Julio Romero. Replegaba Escocia. Y contragolpeaba con un fútbol sencillo y directo que nos incomodaba. Antes del cuarto de hora Christie galopó sin oposición como aquel velocista de nombre Linford con el que comparte apellido. Con Rodri descolocado por saltar a la presión y sin la ayuda de Merino ni de Ceballos, el escocés se asomó al área sin que nadie le estorbara. Disparó de puntera y su tiro lamió por fuera el palo izquierdo de Kepa.
Respondió España con la primera subida por la izquierda de Gayá. La puso al área donde emergió Joselu para cabecear al centro. Allí atrapó bien plantado Gunn. Era un aviso de que la selección de Luis de la Fuente había decidido echarse al monte. Otra vez Ceballos arrimó a España al área escocesa. Y allí otra vez apareció Joselu para cabecear en el segundo palo en posición muy forzada. Su remate olía a 1-1 pero el travesaño dijo nones.
En el 25 Robertson agredió (flojito, sí, pero agredió) a Pedro Porro allá por el pico del área. El árbitro, advertido por el VAR, lo resolvió con una amarilla, sanción mínima para el escocés que se podría haber ido al vestuario. En la jugada siguiente de nuevo España pudo marcar en un cabezazo de Rodri que lamió por fuera el larguero. Y después fue Pedro Porro el que hizo lucirse al meta Gunn con una buena mano cambiada. España andaba desatada en busca de la puntería para igualar la cosa.
Escocia trató de embarrar el partido y montar una melé en cada córner. No picó España pero los locales se tomaron un respiro en su sufrimiento. A coces eran mejores que nosotros, vive Dios. En el 38 a Joselu le derribó Hanley dentro del área, él exageró la caída como si le hubieran disparado desde la grada y el VAR estaba apagado o fuera de cobertura. A España se le fue agotando el tiempo camino del descanso, al que llegamos con el 1-0 a favor de Escocia, que pudo ser 2-0 si Dykes no hubiera desperdiciado un clamoroso mano a mano ante Kepa tras aprovechar la lentitud galopante de David García. Pues tocaba remontar, amigos.
Para lograrlo Luis de la Fuente movió ficha al descanso. Fichas. Reforma la banda derecha entera: Carvajal por el desacertado Porro y Nico Williams por un invisible Oyarzabal. Calentaba un ejército de españoles en la banda. Pero nada cambió. Se repitió el desastre del primer tiempo. Esta vez fue el otro lateral derecho, Carvajal, el que perdió un balón estúpido y dejó que Tierney le ganara en la carrera. Fue hasta tímido en el empujón y el escocés la puso al área. Allí, David García perpetró un despeje impropio de un jugador de Osasuna. Le pegó con la rodilla y la dejó muerta para que McTominay firmara su doblete y el consecuente 2-0.
Una defensa de verbena
De la Fuente quitó a Merino para meter a Iago Aspas. Se mascaba la primera crisis de la nueva España, incluso en obras. En el 56 Kepa evitó el 3-0 en una falta que se fue envenenando como la coalición PSOE-Podemos. España estaba no ya descosida, sino hecha jirones y con agujeros como los vaqueros de un adolescente. Pasada la hora de partido Iago Aspas pudo acortar distancias si no hubiera rematado con la tibia un buen pase de Nico Williams.
La parroquia escocesa no daba crédito. España estaba muerta. Y un poco de parranda. El cuarto cambio de Luis de la Fuente fue meter a Borja Iglesias y quitar a Joselu. Escocia volvió a embarrar el partido. Y hacía bien. El árbitro, que era el cuarto porque el titular se había lesionado, picó. Las pendencias que proponían los escoceses no encontraban respuesta en los nuestros, más allá de un Carvajal siempre de mecha corta.
Nos plantamos en el 70 con el 2-0 que tenía peor pinta que las encuestas para Pedro Sánchez. El último cambio fue Gavi por Ceballos. España andaba desnortada perpetrando un juego insípido y horrible. El partido, camino del final, dejaba a muchos señalados y reforzaba el papel de algunos de los ausentes, especialmente Sergio Ramos, que no va a volver porque alguien no está por la labor.
Se consumieron los últimos minutos y España perpetró la debacle. Iago Aspas agredió a un escocés que le sacaba medio cuerpo y se libró de la roja por la miopía del árbitro y del VAR. Kepa llegó incluso a evitar el tercero, pero se consumó la debacle. La selección de Luis de la Fuente involucionó un siglo del primer partido al segundo y vivió su primera derrota, que puede abrir también su primera crisis. Puede que se libre porque el parón se acaba y vuelven las competiciones de clubes y el escándalo Negreira. Pero debería hacer examen de conciencia porque si ese es el camino que va a seguir, nos despeñamos fijos.